viernes, 23 de septiembre de 2011

Dibujando carne

                                                   Juan García, ilustrador de Carne Tierna y otros platos 

No tengo buena memoria. Si los recuerdos no son constantes se pierden en mi papelera para siempre, de modo que el mes y la fecha se me escapan de la mente. Pero como nada ocurre de manera fortuita, me vi conversando con Diana Zavala en una buseta que agarré desde el trabajo hasta mi casa. La propuesta era interesante: graficar con dibujos el próximo libro que estaba por publicar con la editorial Mar Abierto y que debía presentarse en Guayaquil en la Expo Feria del Libro 2011. Puesto que hacía tres años y más que no dibujaba, el reto era serio. La idea era que los cuentos del libro estarían acompañados de los dibujos.

En unos días ya tenía los borradores que Diana corregía una y otra vez para la aprobación del editor y lo que leía me tenía confundido. Historias de gallos, sexo y gente marginal, bastante en onda con mis gustos, pero lo suficiente bien escrito como para desquiciarme. Los primeros borradores los hice de una manera general, utilizando los tradicionales lápices, para luego aplicar la tinta y los rotuladores; pero el sentido de las historias me perdía por completo, tanto que creí que la primera historia eran realmente dos cuentos diferentes.
                                                                         

Con los primeros dibujos Diana se dio perfecta cuenta de que no había entendido el trasfondo de la lectura. Me aclaró (pacientemente) que lo que leía no era literal, sino construcciones figurativas que una mente preparada debía reinterpretar de manera que la historia cobrara sentido, lo que ella llama “lector macho”; algo que no todos los lectores pueden desarrollar, o que no todas las personas que se creen lectores saben que existe (yo ni estaba familiarizado con el término).

Con la ayuda de Diana, pude entender algunas cosas que se me escapaban de las historias, ya que por el factor tiempo leer mientras se come o duerme es complicado. Debo decir que el problema fundamental era satisfacer los deseos de Diana, ya que si bien hacía lo que me pedía, el resultado siempre era lejano a la imagen que ella tenía en la cabeza.

Por mi falta de empatía más de un dibujo resultó un pálido reflejo de la lectura, y los resultados eran simples lecciones de técnica y estilo antes que el reflejo del texto. Incluso hubo un dibujo que resultó ser algo totalmente ajeno a lo que la historia narraba; así que incluso Diana tuvo que describirme (o sea explicarme como a niño de escuela) en más de una ocasión cosas que para ella eran obvias. Incluso me psicoanalizó para poder comprender lo que yo dibujaba, cosa que no me molesta, puesto que me ha ocurrido en más de una ocasión.


Solo después de la quinta lectura pude extraer la esencia del libro que de todas formas Diana ya me había aclarado. Un proceso que resultó agotador, sobre todo porque en más de un cuento tuve que hacer dos y hasta tres dibujos de lo mismo en diferentes perspectivas; y con el tiempo en contra ya que mi trabajo de diseñador gráfico me absorbe absolutamente.

Finalmente el libro se presentó junto con otras publicaciones de la Colección Almuerzo Desnudo y la aceptación en Guayaquil puede afirmar que el esfuerzo valió la pena, así como en el resto de lanzamientos en los cuales por cuestión de tiempo no estuve presente lamentablemente.

Debo aclarar que fue una satisfacción trabajar con Diana y el personal de la Editorial, lo cual renovó mis ganas de volver a la ilustración. Les agradezco a todos la oportunidad, sobre todo a Diana. Esto me lo he planteado como un reto personal, a fin de retomar el camino que siempre quise, pero que las circunstancias coartaron.

Juan García
21 de Septiembre de 2011

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